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Portapapeles | Registrar para que otros pregunten

Primera edición del newsletter random de Iceberg, con imágenes de la visita reciente a Rosario del fotoperiodista Rodrigo Abd (Buenos Aires, 1976)

 |  Andrés Conti  |  Iceberg

Primera edición del newsletter random de Iceberg, con imágenes de la visita reciente a Rosario del fotoperiodista Rodrigo Abd (Buenos Aires, 1976)

“Cada vez que sobrevivía a una zona de guerra pensaba que estaba enviando una advertencia a casa: no hagan esto”, le dice la fotoreportera Lee Smith (la actriz Kirsten Dunst) a su mentor, un veterano periodista del New York Times, en una escena tremenda de Civil War (2024), película de Alex Garland que se puede ver en Max desde hace unos días. Supuestamente, la historia es una denuncia del estado de situación político y social que vive el imperio americano desde el asalto al capitolio del 6 de enero de 2021, cuando se dieron cuenta que la democracia más fuerte del mundo no era tan fuerte ni tan democrática como creían sus principales fuerzas políticas.

Pero esa guerra civil a la que alude el título, con unos Estados Unidos desintegrados en un futuro muy cercano, resulta ser solamente el escenario para una discusión en apariencia menos trascendente para el público en general: cuál es el valor hoy en día del fotoperiodismo de calidad.

 
 

Tratando de no espoilear (vale la pena ver la peli), se puede decir que salvo las dos fotógrafas protagonistas -la veterana Smith y la aprendiz Jessie (Cailee Spaeny)- todos los otros personajes carecen de empatía, profundidad o sensibilidad, y han sucumbido al estado de las cosas. Están tan desintegrados como el imperio y les falta un elemento clave: cámaras analógicas con negativos revelados en el campo, que capturan imágenes en blanco y negro. Se ve que el futuro cercano es nostálgico.

En otra escena clave, Lee le dice a su futura discípula: “Una vez que empezás a hacer preguntas no podés parar. Así que nosotros no preguntamos. Registramos para que otras personas pregunten”. La duda es quienes son esas otras personas que deben hacer las preguntas: ¿el público en general? ¿los periodistas?.

 
 

La cuestión es que la frase cobra sentido cuando vemos estas fotos que Rodrigo Abd (Buenos Aires, 1976) registró en su reciente visita a Rosario y que gentilmente nos cedió para que las publiquemos en Iceberg. Son, al mismo tiempo, un mensaje claro de “no hagan esto” y un disparador de miles de preguntas. Y, como en Civil War, el trasfondo es la desintegración social de la que somos parte, pero también son un alegato sobre el valor de las imágenes capturadas por personas con oficio, sensibilidad y arte: nunca van a pasar desapercibidas.

(Todas las fotos son gentileza de Rodrigo Abd)
 
 

Rosario y sus contrastes

por Rodrigo Abd (texto publicado en @abdrodrigo)

13 de noviembre, 2024.

Una mujer llora en silencio mientras acaricia la mano de Silvano Caballero. El charco de sangre se expande hacia las paredes de chapa de una casa en Villa Banana. Al pibe de 21 años lo mataron de un tiro en la cabeza horas después de participar en un taller de hip hop de un programa de reinserción social, tras haber estado preso tres años por robo. Cuatro días antes, dos sicarios asesisinaron de cinco disparos a "Pillín" Bracamonte, jefe de la barra brava de Rosario Central. Al cuerpo sin vida del líder -popular y adinerado, influyente fuera y dentro de la cancha de fútbol- no lo quiere recibir ninguna funeraria por temor a represalias. Nadie lo va a despedir, no se ve ni una bandera, ni gestos de cariño ni amor por los colores canallas. Hay silencio y soledad. Los periodistas estamos desconcertados.

Sigo en Rosario esperando algun tipo de repercusión por este asesinato que conmocionó a la ciudad. Esa noche, mientras sigo conectado a las noticias, visito la Feria de las Colectividades, frente al Monumento a la Bandera. Me encuentro con una fiesta enorme, miles haciendo cola para probar comidas diversas de todos los países. Hay baile, música, cantos, alegría. Una fiesta popular.

Volviendo a la casa de Germán de los Santos (@german.dls), un gran periodista y amigo, vemos a un vendedor sentado en la oscuridad, rodeado de títeres, moviendo de forma espasmódica a una especie de pato con patas desgarbadas. Me mira, sonríe para la cámara. Posa. Le pregunto qué pasa con lo de Pillín, si piensa que la ciudad se va a prender fuego. “Ya estaba todo arreglado, ¿a vos qué te parece? Ellos, los de arriba, después negocian todo, los títeres somos nosotros”, lanza socarronamente mientras sigue moviendo su pato con la intención de vender algo a una familia que pasa por allí.