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Narcotráfico

Un vuelo rasante en la isla y un cargamento de cocaína que tiene una historia pesada

Un bulto con 29 panes de cocaína cayó en el paraje El Chaparro. Los paquetes tenían inscripta la sigla PCU. Es una de las pocas pistas de que el narco Sebastián Marset opera en Argentina

 |  Germán de los Santos  |  Actualidad
Panes de cocaína encontrados en la isla frente a Rosario

Un bulto con 29 panes de cocaína cayó en el paraje El Chaparro. Los paquetes tenían inscripta la sigla PCU. Es una de las pocas pistas de que el narco Sebastián Marset opera en Argentina

En medio de la pandemia, el 20 abril de 2020, cuando Rosario estaba desierto por las restricciones para circular, en la isla frente a Rosario, una avioneta hizo un vuelo rasante y arrojó una bolsa gigante de plástico blanca y verde. Al otro día, un baqueano, en medio de la desolada isla El Chaparro, encontró el bulto, que guardaba 29 panes de cocaína que tenían una marca particular: PCU.

Nadie le dio relevancia a esa sigla “desconocida”, que apareció en ese lugar inhóspito, donde no había testigos, ni ningún sospechoso. Tampoco se investigó con profundidad el “bombardeo de cocaína” en medio de la fragilidad y desconcierto que imponía un país paralizado, en el que la justicia funcionaba también por zoom.

La revista y el sitio Análisis Digital, que dirige Daniel Enz, publicaron en ese momento una foto, que había sacado la policía entrerriana. Pero nadie le dio relevancia en medio de la pandemia. La noticia contenía unas pocas líneas.

El 18 de julio pasado, más de cuatro años después, el periodista Kevin Sieff del Washington Post publicó una extensa historia en el que aparecía esa fotografía que había sacado con su celular un agente de la comisaría Nº1 que se encuentra en el arroyo Charigue. La publicación del periodista norteamericano se centró en Sebastián Marset, que se autoadjudica ser el líder de PCU. El título tenía gancho: “A double life: The cocaine kingpin who hid as a professional soccer player”.

Marset es un narco con aires de magnate, que tiene gustos estrafalarios, que actualmente está prófugo, y enfrenta pedido de captura de cinco países. La esposa de este hombre de 32 años, fue detenida en agosto pasado en el aeropuerto de Barajas, Madrid.

La sospecha es que Marset podría estar en Dubai. En ese país el uruguayo fue detenido en 2021 por tener un pasaporte falso de Paraguay. En ese momento, su historia no había adquirido aún el tono de leyenda narco. El escándalo estalló cuando el narco salió de Dubai y se perdió su rastro, tras recibir su pasaporte uruguayo original por valija diplomática. En Uruguay el gobierno de Luis Lacalle Pou tembló y renunciaron varios funcionarios, entre ellos, el canciller Francisco Bustillo. El escándalo que escaló con ese caso contribuyó para que en las próximas elecciones el favorito en las encuestas sea el candidato presidencial del Frente Amplio, Yamadú Orsi, exintendente de Canelones.

En la Argentina no había indicios para la justicia de la presencia de este cartel hasta que la sigla PCU, que lidera Marset, apareciera como marca en este cargamento que fue hallado por casualidad por el puestero en la isla frente a Rosario. Lo que preocupa es su nexo con Primer Comando Capital.

El fiscal Walter Rodríguez, que en ese momento subrogaba la fiscalía federal de Victoria, señaló en diálogo con Iceberg que el hallazgo fue denunciado por el peón rural a la comisaría que está ubicada en la isla. La sospecha es que ese cargamento fue arrojado desde una avioneta y cayó en un lugar equivocado.

La metodología que se usa en lo que son los llamados “bombardeos” de droga es que el piloto arroja los bultos en una ubicación establecida por GPS, para que quienes deben ir a buscarlo tengan la ubicación precisa y lo puedan encontrar en terrenos que son inhóspitos. La Procuraduría de Narcocriminalidad no logró avanzar en determinar qué había detrás de esta operación. Verificaron si en Paraguay había información que pueda servir para determinar si Marset estaba detrás de este vuelo, pero no pudieron avanzar.

La droga se hace visible de forma misteriosa, como ocurrió en este caso, cuando algo falla, por un error de los narcos. Eso explica muchos secuestros que parecen casuales, como este caso, y que enfrentan dificultades para iniciar una investigación que logre avanzar hacia los dueños del cargamento. Por ese motivo, se eligen este tipo de territorios desolados, donde no hay cámaras ni testigos que puedan aportar información.

Marset es un hombre clave dentro de la logística del tráfico de drogas por la hidrovía. Es un personaje extraño en el mundo criminal. Usa PCU como una franquicia del poderoso Primer Comando Capital, que se expande desde hace más de 20 años desde Brasil. Es una “hermandad criminal” –como lo definió el escritor y sociólogo Gabriel Feltran en su libro Irmaos- que nació como una especie de sindicato desde las cárceles de San Pablo, donde tras una serie de matanzas internas los reclusos empezaron a reclamar mejores condiciones.

El líder en Brasil es “Marcola”, cuyo nombre completo es Marcos Willians Herbas Camacho. Tiene 57 años y está preso desde 1999, condenado a más de 300 años de prisión. Marcola logró construir una organización criminal “moderna”, diseminada en redes, que moldeó con la ayuda de las nuevas tecnologías, sobre todo los Smartphone y las aplicaciones de mensajería. Creó la red de presos más grande del mundo.

“Playboy”, como también llaman a este criminal, logró estar en contacto con miles de “hermanos” en las cárceles a partir del uso de app de mensajería encriptada. Así logró crear una red narcocriminal gigantesca, con un liderazgo fuerte en las prisiones de Brasil y otros países de la región, como Paraguay, Bolivia, Uruguay y también de manera incipiente en la Argentina. PCC es hoy la organización criminal más grande de Sudamérica, y en parte, se debe, a los teléfonos celulares.  

Marcola se vende aún hoy como una especie de profeta. Se jacta de ser culto. “Yo leo mucho; leí 3000 libros, entre ellos al Dante”, dijo en una de las últimas entrevistas que dio, antes de ser enviado a otra cárcel con mayor seguridad en 2019, a la prisión de Porto Velho, en el estado de Rondonia, cerca del Amazonas.

“Mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país. No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. ¿Ustedes no escuchan las escuchas judiciales? Es eso. Es otra lengua. Está delante de una especie de post miseria, que genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes. Mis comandados son una mutación de la especie social. Son hongos de un gran error sucio”, planteó Marcola, con el tono de un predicador apocalíptico, en una entrevista en O Globo.

Marset tiene otro perfil. Se transformó en un narco célebre durante los últimos años, al protagonizar huidas cinematográficas de Dubai y de Bolivia, donde demostró que con su fortuna puede evadir todo lo que se le ponga enfrente. En Argentina, Marset no tiene ninguna causa abierta, aunque su sombra comienza a aparecer indirectamente a partir de algunos secuestros de droga, como ocurrió en julio del año pasado, en un campo cerca de Roque Saénz Peña, donde se estrelló una avioneta con 324 kilos de cocaína, una aeronave que pertenecía a la flota del Clan Lima Lobo, ligado a Marset en Santa Cruz de la Sierra.

La palabra “Argentina” aparece en la desgrabación de escuchas telefónicas a Marset e Miguel Ángel Isfrán, alias Tío Rico, un paraguayo que le aportaba al oriental los contactos políticos en Asunción para sacar la droga sin problemas por la hidrovía. En una charla que mantuvieron el 20 de setiembre de 2020 ambos hablan de un cargamento de cocaína. El hallazgo en la isla frente a Rosario no sería una casualidad.

Marset alimenta todo el tiempo su perfil público, como si fuera una celebridad. En esa búsqueda se inscribe su última aparición pública desde la clandestinidad en noviembre pasado. Lo hizo a su modo, con la seguridad de que iba a despertar la atención de todos, sobre todo de quienes lo buscan, al brindar una entrevista a un canal de televisión uruguayo desde un lugar en el este de Paraguay, donde está escondido, supuestamente.

En una entrevista que le hizo Patricia Martín, periodista del programa Santo y Seña, el narco uruguayo reconoció que alguien le informó que lo estaban por atrapar en Bolivia: “Me avisaron, sí, me avisaron. Armé dos valijas con ropa mía, de los niños, y me fui”. Quién le confirmó esto a Iceberg fue la propia Martín.

En esa nota, llamativamente, defendió a los funcionarios uruguayos que le dieron un pasaporte en Dubai y colaboraron para que volviera a huir, pero no lo hizo con los bolivianos. Marset explicó que cuando tuvo que escapar de Santa Cruz de la Sierra las autoridades de ese país informaron que en la mansión que habitaba con su familia no había quedado nada. “Se quedaron con 400.000 dólares”. Volvió a acusar al ministro de Gobierno de Bolivia Eduardo Del Castillo de corrupto.

El 24 de octubre de 2020, Marset lo llamó a su socio paraguayo Miguel Ángel Insfran para avisarle que acababa de asesinar a su propio primo. Lo mató cuando lo llevaba en su camioneta, y la muerte de este hombre pareció algo inesperado, pero luego se supo que el capo narco planeaba ejecutarlo desde hacía tiempo. La sospecha era que había revelado información importante del negocio del tráfico de drogas en la hidrovía Paraná-Paraguay, la ruta que usa este cartel para sacar grandes cargamentos de cocaína.

Unos días antes, Marset le había preguntado a su socio “si tenía un lugar para desaparecer un cuerpo, meterlo en ácido o en cal”. Como si fuera un trámite, el uruguayo mató de dos disparos a su primo Diego Andrés Olivera Cabrera.

“Mi bro. Le di un tiro y se tiró del auto”, fue la primera descripción que hizo Marset ese 24 de octubre de 2020. “Lo llevaba convencido y lo iba a matar ahí llegando”, apuntó el narco uruguayo. Olivera Cabrera se cayó de la camioneta tras recibir el primer disparo y quedó tirado en ese camino polvoriento de la ciudad Mariano Roque Alonso, en las afueras de Asunción. “Pero le di dos buenos tiros”, explicó Marset, que luego le pidió disculpas a su socio, porque el cadáver de su primo quedó tendido en la calle cerca de su mansión. “Le tendría que haber puesto la tranca en la puerta! Una cagada que haya caído, pero bueno, lo más importante es que marchó, si no iba a nombrarme”, advirtió Marset.

Estos diálogos a los que accedió Iceberg forman parte de la imputación por lavado de dinero contra Isfrán, el socio de Marset, conocido en Paraguay como “Tío Rico”, un hombre que le dio al narco uruguayo las garantías de que durante un tiempo nadie impediría que sacaran gigantescos cargamentos de cocaína por el río Paraná rumbo a Europa. En los puertos de Amberes, en Bélgica, y Rotterdam, en Holanda, se incautó un total de 53 toneladas de cocaína que provenía de esa ruta, un récord a nivel global que encendió las alarmas. Las barcazas que trasladaban esos cargamentos hicieron trasbordo de cargas en aguas argentinas, donde en ningún momento se descubrió la cocaína, que en la mayoría de los embarques iba camuflada en harina de soja que se enviaba en contenedores. Es usual que ese producto se envíe a granel, y no en containers, con lo cual esos despachos deberían haber despertado alguna sospecha, sugirieron fuentes del Ministerio de Seguridad de la Nación.