Steve Bannon: el brazo armado de Trump
El activista que recluta libertarios, disidentes y marginados para un tercer mandato de la ultraderecha en Estados Unidos
1 El gran manipulador. Así tituló Time la portada de un monográfico dedicado a Steve Bannon en 2017, cuando ingresó a la Casa Blanca como consejero de Donald Trump. La fotografía que acompaña la imagen no desmiente la definición. La cabeza del personaje encaja con incomodidad entre los márgenes de la página y con sus dos manos se tapa la boca improvisando un bozal: consciente de que es un retrato deja solo el grito de los ojos. En el álbum interior de la revista otra imagen muestra un Bannon joven y atractivo; luce el pelo suelto, rubio, con la vista clavada en el horizonte, recuerda a uno de Los guardianes de la bahía pero su mirada no parece ocupada en alertar de la presencia de tiburones sino a la espera del momento oportuno para unirse a ellos.
Si nuestra lectura del mundo fuera la misma que hacíamos hace algunos años atrás, no muchos, Bannon o Elon Musk serían solo villanos del armario de Marvel en el que guardamos al Doctor Muerte o a Thanos cuando terminamos de ver la película. Cuando Trump invitaba a inyectarse detergente contra el covid o Bannon hace el saludo nazi, el pasmo no nos evita razonar que forman parte de una recuperación anacrónica de la máxima de Marcuse: piden lo imposible. Lo posible se agotó.
En el último mes de agosto, durante una larga entrevista con el Financial Times, Bannon dejó clara esta deriva: “Voy a decir a los lectores del Financial Times algo que no quieren oír: habrá un tercer mandato de Donald Trump”. ¿Tiene cabida su deseo dentro de un marco constitucional? “Soy como Lenin, estoy ansioso por derribarlo todo y destruir todo el establishment actual”, amenaza. El que avisa no es traidor.
2 El tsunami emocional de Bannon, incontenible, (“¡Lucha, lucha, lucha!”, no deja de gritar en una tribuna, en su podcast o en cualquier entrevista) nace, según sugiere él mismo, de una frustración. “Vengo de una familia de clase trabajadora, irlandesa, católica, seguidora de Kennedy, sindicalista y demócrata”, confiesa a Bloomberg Businessweek. Su padre, siendo ya un anciano, fue víctima de la crisis financiera que le arrebató los ahorros, mientras Bannon veía enriquecerse a sus antiguos compañeros de Wall Street. La crisis del 2008 y el 11S marcan su activismo. Queda claro que en lugar de matar al padre en clave freudiana, decide acabar con todos los demás por la vía populista.
“Me hice admirador de Reagan pero George W. Bush me llevó a rechazar el establishment. Fue un auténtico idiota financiando a la élite en uno de los mayores escándalos financieros y nadie respondió ante la justicia. Esa fue la mecha que estalló el 8 de noviembre”, dice a Bloomberg refiriéndose al primer triunfo de Trump en 2016. No deja tampoco de reprocharle a Bush que ninguna de sus hijas se hubiera alistado en el ejército durante la invasión de Irak. Maureen, la hija mayor de Bannon, graduada en West Point, estuvo en aquella guerra.
La casa de Bannon en Washington parece un museo decorado con cortinas de seda bordadas, muebles y cuadros del siglo XIX, siguiendo la línea del estilo victoriano de los tiempos de Lincoln. Solo un retrato sobre la repisa de la chimenea quiebra esa atmósfera. Es el de una joven sentada en un trono con una sonrisa suave en el rostro y una ametralladora descansando en su regazo. Se trata Mauren Bannon en Irak. El trono perteneció a Sadam Husein.
3 Bannon empuñó armas durante siete años en la marina con el grado de teniente y las abandonó para meterse en las aguas turbulentas de Goldman Sachs. Como el riesgo es su bandera y su lógica ante el abismo es dar siempre un paso al frente, al ver el temor en Wall Street por los valores intangibles vislumbró un nicho y fundó Bannon & Co, un banco de inversión boutique especializado en medios de comunicación. En una operación con Ted Turner encontró agua en la pileta al adquirir una participación mínima en la serie Seinfeld, entonces un activo flojo que hoy es una máquina que no para de darle millones.
Se cansa pronto de financiar películas; necesita pasar a la acción (aunque todavía no había llegado al frente desde donde hoy actúa) y da otro salto mortal: ponerse a dirigir. En 2004 rueda el documental In the Face of Evil [Frente al mal] en homenaje a Reagan e inspirado por el 11S, en cuyo estreno conoce a Andrew Breitbart, propietario de Breitbart News y, una vez más, pega un giro en el guion y comienza su cruzada política en los medios. Algo, sin embargo, ya traía madurando entonces con respecto a las narrativas que pondría en acción. Al descubrir World of Warcraft, un videojuego clásico de lucha, conquista y expansión permanente, a Bannon le impacta el universo online de testosterona políticamente sin explotar, en gran parte lleno de rabia.
En sus primeros tiempos en Breitbart News se hizo viral un video en la red en el que se parodiaba el estilo de los documentales del National Geographic. En las imágenes se veía un mamífero carnívoro conocido como el tejón de la miel, llamado así porque es su alimento favorito, aunque es voraz y capaz de comerse hasta las jaulas de una colmena. El relato del documental asegura que este animal es muy agresivo, nunca deja de matar y de comer y puede soportar, incluso, picaduras de serpiente, al punto de que es capaz de devorarlas después de que le han picado y sobrevivir al veneno inoculado experimentando solo un leve desmayo. Bannon se identificó con este animal y usó una frase del documental como lema de Breitbart News: Honey Badger Don’t Give a S.... [Al tejón del miel le importa una m.....].
Si el odio y la resistencia es el mensaje que difunde en Breitbart News, en Cambridge Analytica los materializa.
4 Un gran paso al más allá es el que sin duda da con Cambridge Analytica. Bannon fue nada menos que vicepresidente de la compañía que trabaja activamente en el Brexit y en la campaña electoral de Trump con el fin supremo de ensanchar su base populista. La minería de datos en Facebook sirvió para tal propósito, alimentando de fakenews a millones de usuarios. Bannon no solo consiguió muchos votos para Trump: en el año de la elección, según declaró, percibió 125.000 dólares y su participación en la sociedad estaba valorada entre uno y cinco millones. Se puede decir que aquí cayó bien parado aunque no siempre ha sido así.
Bannon estuvo en la cárcel después de haber tenido un despacho en la Casa Blanca. Pasó cuatro meses en prisión al ser condenado por desacato, por no presentarse ante el comité del Congreso que investigó el asalto al Capitolio. «La cárcel tuvo una gran influencia en mí», afirma.
“Soy un preso político de [Nancy] Pelosi [presidenta de la Cámara de Representantes cuando Bannon fue citado]”, dijo antes de entrar al centro penitenciario con un ejemplar del Financial Times debajo del brazo, refiriéndose entonces y el tiempo que estuvo entre rejas lo dedicó a impartir clases de educación cívica. La enseñanza se centraba en la Constitución de los Estados Unidos. Su pedagogía lleva el sello MAGA y pone énfasis en los poderes del presidente de Estados Unidos recogidos en el artículo II que Bannon interpreta al máximo como una licencia autocrática para Trump. No hay que ser muy perspicaz para advertir que su instrucción lleva a los reclusos a pensar en una libertad futura que no es otra que una nueva cárcel.
Si bien la prisión fue una parada incómoda en 2024, el desencuentro con Trump en la primera legislatura no fue menor.
El estilo disruptor de Bannon con el que expresa su combativa ideología libertaria y nacionalista chocó con el entorno presidencial, incluyendo al yerno de Trump, Jared Kushner, y al jefe de gabinete, John Kelly, cuya sinergia con el fin de destituirle consiguió su propósito.
Meses después, en 2018, cuando se publica el libro Fuego y furia del periodista Michael Wolff, es Trump el que estalla: “Steve Bannon no tiene nada que ver conmigo o con mi presidencia. Cuando fue despedido, no solo perdió su trabajo, también la cabeza”. En el libro, Bannon ataca sin contención a los hijos de Trump y a varios miembros de su entorno, sin olvidar un claro menosprecio al propio presidente.
5 Cuando se es expulsado del equipo del presidente y se regresa a la fría realidad, un político siente el impacto de la intemperie. Pero Bannon no es un dirigente al uso. Es como un tejón de miel: no hay herida que lo derribe.
Fuera de la Casa Blanca, pero sin apartarse de su férreo plan, Bannon cruzó el océano para crear The Movement en Bruselas, un lobby ultra que involucró a dirigentes de Vox, Viktor Orbán, Matteo Salvini y Alice Weidel, de la AfD alemana, entre otros para tender una red ultra en Europa. Al finalizar su primera presidencia, Trump le indulta del cargo por fraude en la recolección de fondos para la construcción del muro con México y abre la puerta a una reconciliación y un nuevo capítulo, (“¡Lucha, lucha, lucha!”) hacia una tercera legislatura y poner en la historia a Trump junto a Washington y Lincoln: “Mi candidato para 2028 es Trump”, afirmó en Político, “Lo digo [en antena] cuatro horas al día y luego otras diez horas entre bastidores.”
Bannon, a su manera, también intenta construir un marco teórico para sus impulsos disruptores.
El libro El cuarto giro, de William Strauss y Neil Howe, autores de la llamada teoría generacional, argumenta que la historia de Estados Unidos puede interpretarse como un ciclo de cuatro fases, repitiéndose una y otra vez como la idea del eterno retorno. La hipótesis describe a las sucesivas generaciones que, en la medida que enfrentan distintas crisis, se aferran a las instituciones para acabar rebelándose contra ellas y borrar la enseñanza de la historia. Cada uno de estos ciclos, según Strauss y Howe, dura unas ocho décadas y los fijan en la independencia y la Guerra Civil de los Estados Unidos, y la Segunda Guerra Mundial. Desde esa contienda, han pasado ochenta años, con lo cual, estamos ante un cambio de ciclo de destrucción y reconstrucción de las instituciones. Steve Bannon se acomoda a este relato y pone a Donald Trump al frente del proceso de cambio.
6 Santiago Caputo es el principal asesor de Javier Milei sin tener cargo oficial alguno pero sí despacho en la Casa Rosada y una plataforma llamada Carajo desde donde emiten en streaming las llamadas Fuerzas del Cielo que ayudan al presidente a “despertar leones”. Del mismo modo, Steve Bannon, también hoy sin puesto oficial, es un consultor permanente de Donald Trump en la Casa Blanca y, desde 2019, emite en War Room, una plataforma que reemplaza a Breitbart News desde donde se dirige al Ejército de los Despiertos [Army of the Awakened]. “Este es un cuartel general militar para una revuelta populista”, dice Bannon cuando define War Room: “Nosotros motivamos a la gente. Este programa es un programa activista. Si lo sigues, eres un soldado raso. Lo llamamos el Ejército de los Despiertos”.
Así como Peter Thiel oficia de intelectual orgánico de Donald Trump, Steve Bannon es su brazo armado. Como queda claro, recluta a libertarios, disidentes y marginados. ¿Cuánto durará el largo sueño de los bellos durmientes de Camelot?