Modo Avión | Antes ciudadanos, ahora consumidores
Nueva edición del newsletter en el que intentamos dar contexto a lo que hacemos en Iceberg.
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1 La mayoría de las personas que viven en este mundo, contra la evidencia de todos sus sentidos, cree que hay una sola verdad y que, casualmente, se parece un montón a lo que piensan. Yo no soy una de esas personas y eso me convierte automáticamente en minoría. Estoy condenado a analizar, revisar y volver a pensar todo, todo el tiempo. Es muy complicado vivir así, pero bueh, es lo que tocó, no es una elección libre.
2 Cuando la evidencia de que las cosas son complejas -multicausales, no binarias y difíciles de medir cuantitativamente- nos explota en la cara todo el tiempo, la reacción humana más lógica es el miedo. Es razonable, ante el panorama que nos devuelve lo que llamamos realidad, refugiarnos en los algoritmos que nos muestran solo lo que nos satisface, en las ideas que dicen que todo es más simple, que es blanco o negro, hombre o mujer, bueno o malo, zurdo o derecho. En definitiva, es apostar por aquellos que aseguran que van a resolver nuestros problemas de manera sencilla y veloz, y que van a restablecer un orden de las cosas. Se trata de volver al pasado, donde todo estaba más claro y no había tanta duda pusilánime. No importa si ese pasado es el siglo XX o el medioevo, o si viene de la mano de una tecnología de caja negra que está en poder de no más de diez tipos.
3 Bueno, ojalá fuera tan fácil arreglar el mundo. Pero como somos minoría me tengo que fumar a las y los tirapostas que me explican que los que piensan parecido a mí son los culpables de todos los males de la humanidad, como si alguna vez hubiésemos tenido una cuota de poder real. En fin, ojo con el fascismo que es jodido. Suerte con eso.
4 Más o menos por 2005/2006 me compré sin demasiadas expectativas un libro que me sorprendió mucho. Lo había citado Alejandro Piscitelli en una charla en el auditorio de Radio Nacional a la que fui por obligación curricular y me generó curiosidad. Resulta que era la transcripción de varias ponencias que había dado un tal Ignacio Lewkowicz (Buenos Aires, 1961-2004) a lo largo de muchos años. Pensar sin estado. La subjetividad en la era de la fluidez (Paidós, 2004) arranca con el siguiente párrafo: “Diciembre de 2001 liquida nuestra posmodernidad. Puede parecer una afirmación desmesurada, pues el cambio en las realidades sociales desde 2001, a decir verdad, es ínfimo. Ínfimo, es cierto; pero no irrelevante: el cambio induce una alteración en los modos de pensar. Una vez alterados los modos de pensar, el cambio de realidad deviene drástico”. Pocas veces un comienzo de un libro me la voló tanto, a la altura de las primeras oraciones del El Vino del Estío de Ray Bradbury o de la página inicial de Al este del paraíso de John Steinbeck.
5 Pensar sin estado funcionó como una explicación de lo que me tocó vivir por una cuestión generacional: una infancia en dictadura, una adolescencia a finales de los 80, la salida al mundo laboral en los 90. Lo que planteaba Lewkowicz, entre otras cosas, era que el Estado Nación (con mayúscula) había dejado de ser el ordenador de nuestro pensamiento y que en las últimas tres décadas del siglo XX pasamos de ser ciudadanos a ser consumidores. Nuestra identidad subjetiva cambió, lenta pero definitivamente.
6 No quiero ponerme a citar párrafos del libro, la idea es que si les interesa lo lean y si no, no importa. Si guglean está en PDF gratis.
7 Lo que sí quiero decir acá es que ese cambio no sólo es notorio en nuestro pensamiento subjetivo, en nuestra vida cotidiana y en nuestra relación con la política, sino que se refleja claramente en la máquina de crear ciudadanos por definición: la ciudad. Como cuando contamos los circulos concéntricos de un tronco para saber la edad de un árbol, podemos entender qué le pasó a una sociedad leyendo las capas de esa ciudad. No hay tanto lugar para discusión si decimos que Rosario es hoy un territorio de consumo -de todo tipo de consumo- y se ordena o desordena en función del mercado (legal, ilegal o turbio). Acá el estado (con minúscula) parece no ser más que un administrador técnico al servicio de lo que esos flujos de poder imponen. De esto vamos a charlar la semana que viene con el doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos por la Pontificia Universidad Católica de Chile Juan Manuel Rois (Rosario, 1973). Recién llegado de dar un semestre de clases de posgrado en Harvard, Rois promete por whatsapp que tratará de que no se le salga la cadena hablando de este tema. Veremos si es posible.