De cómo dejarle la ciudad a los otros (1): la breve historia de los barrios cerrados rosarinos
Desde la construcción del country Carlos Pellegrini a la ordenanza del Ya Basta. Primera entrega de una serie que analiza los cambios urbanos que nos impactan a todos.
Construir la Ciudad
Se podría contar la historia de la burguesía rosarina del siglo XX y no saldríamos de calle Córdoba. En 1916, bajo los auspicios de la comisión directiva dirigida por Alfredo Rouillón, se inaugura en Córdoba y Maipú la sede social del Jockey Club, en el hermoso edificio académico diseñado por el arquitecto francés Eduardo Le Monnier (el mismo de la Bola de Nieve de la otra cuadra). Es significativo que, cansados de deambular por el centro en diversas sedes, el club adquiriera en 1908 terrenos sobre calle Maipú, antiguo acceso al puerto.
El eje de calle Córdoba se consolida en 1929, al inaugurarse la sede monumental de la Bolsa de Comercio sobre calle Corrientes (funcionaba antes en San Lorenzo y Sarmiento). Podemos imaginar un día en la vida de la burguesía rosarina de entonces. Comenzaría cerca de plaza San Martín, en alguna de las casonas eclécticas del sector que ahora conocemos como Paseo del Siglo; desarrollaría una jornada de trabajo en el art decó del Palacio Minetti, inaugurado en 1931, diseño de Gerbino, Schwarz y Durand; y tendría reuniones, almuerzo, café o vermut en la sede social del Jockey. Desde calle Córdoba, la burguesía comandaba el pulso de la ciudad.
de Rosario - Comunidad de Facebook

La modernidad extiende la línea. En 1938, en Córdoba y Oroño, se inaugura la torre de la Comercial de Rosario, diseño de los arquitectos De Lorenzi, Otaola y Roca. Verdadero hito que define un cruce urbano y marca el límite entre el centro y su expansión, periferia de entonces. Desde los pisos superiores, únicos a esa altura en toda la ciudad, veríamos la curva del río y la extensión de la planicie.
Los fines de semana usaríamos el coche para ir al oeste, al límite de la ciudad, a la esquina de Wilde y Córdoba, ingreso del Country del Jockey Club, inaugurado en 1936 por Joaquín Lagos, con su moderno edificio central diseñado por los arquitectos Sánchez, Lagos y de la Torre (los mismos de la torre Kavanagh en Buenos Aires). Bajo el impulso de la comisión dirigida por Antonio Cafferatta, las 86 hectáreas originales habían sido adquiridas en 1922.
Fuente: Fotografías y Estampas de Rosario - Comunidad de Facebook
El eje se ha extendido, cubre ahora toda la ciudad, este a oeste. Desde el arroyo Ludueña al río Paraná, calle Córdoba cuenta, a mitad del siglo XX, una historia de usufructo urbano: la burguesía ha construido su estilo de vida y en el trayecto ha inventado, ocupado y desarrollado las diversas instituciones cívicas de la ciudad. Poder económico y político (a veces las mismas personas) dirigen los destinos de la ciudad.
La elección del nombre “Country” para la nueva sede del Jockey no es casual. En 1930, se había inaugurado en Argentina el primer club residencial de Sudamérica, el Tortugas Country Club. Iniciativa del emprendedor de origen español Antonio Maura y Gamazo, el concepto combina, en un predio verde y suburbano, instalaciones deportivas (principalmente de polo) con residencias de fin de semana. Se promocionaba a la burguesía porteña escapar de la urbe. En sus 65 hectáreas originales, el country incluía una sede social, espacios abiertos para recreación y predios para casas de fin de semana. En Rosario, el Country del Jockey tendrá elementos de su modelo original, menos el espacio para construir residencias. Ese rol lo cumplirá Fisherton.
Abandonar la ciudad
A mediados de la década del 70 del siglo XX algo se quiebra en esta historia de construcción burguesa de la ciudad. Los motivos serán muchos, desde la polarización política de los sesenta, que entorpece el idílico desarrollo de rutinas urbanas, hasta el impacto de imaginarios de otras formas de vida. La calle es usada por otros y la casa jardín no entra. Seguridad y naturaleza comienzan su recorrido como aspiración. El Tortugas resuena como modelo: ¿Por qué no vivir en el Country? Así nace, en 1978, el primer barrio cerrado de Rosario, el Country Carlos Pellegrini, expansión interior del Jockey Club.
se observa su conexión interna con el Country del Jockey Club y su posterior conexión con ruta 9.
En plena dictadura militar, la empresa Spirandelli S.A. inicia el desarrollo inmobiliario del primer barrio cerrado de la ciudad. Comunicado internamente al Country del Jockey y separado de la ciudad por un muro, el desarrollo no requiere de infraestructuras deportivas o sociales, ya que se considera parte integral del club. Estancada su comercialización por años, en 1994 un nuevo actor compra el desarrollo. Luego de obtener la aprobación municipal (durante 16 años, el Pellegrini fue tan “ilegal” como sus villas miserias vecinas), Vanzini S.A. relanza y amplía el emprendimiento (conexión externa a la ruta nacional 9) mediante una estrategia de marketing acorde a los tiempos de modernización menemista: se publicita su integración con un club exclusivo, su forma de vida en contacto con la naturaleza, su paisaje cuidadosamente diseñado y forestado. Los servicios comunes incluyen seguridad, recolección de basura y mantenimiento de espacios exteriores, solventados por gastos comunes similares a los de un apartamento. Una comisión de arquitectura evalúa los proyectos; regulaciones internas sobre uso y construcción determinan lógicas de diseño urbano.
Para que este modelo se expanda más allá de un club, se necesitó un entramado legal y una logística comercial. Ambos son amplificaciones de procesos enraizados. Desde su nacimiento, Rosario ha mantenido un patrón de crecimiento basado en la renta urbana. Su vector de expansión ha sido la transformación de suelo rural (comprado barato) a suelo urbano (vendido caro), con la manzana como unidad de subdivisión (100m x 100m en sus inicios, 100 x 50 en su racionalización). En todo este proceso, la cuadrícula funcionó como lógica cohesiva de las múltiples y descoordinadas acciones de fraccionamiento del suelo por parte del capital. Lo que cambia, del Carlos Pellegrini en adelante, es la preferencia por la desconexión. Grandes parcelas, de 20 a 40 hectáreas, no seguirán lógicas de continuidad de grilla urbana, si no que buscarán su desacople: sus protegidas lógicas internas se conectarán con los sistemas públicos en puntos muy controlados.
Como no podría ser de otra manera, en Rosario se verifican los condicionantes del proceso de neo-liberalización de las ciudades latinoamericanas. En ellas, la desigualdad y la segregación socio-territorial se manifiestan en la ocupación irregular de la tierra y en la autoconstrucción de viviendas en terrenos desfavorecidos. Recientemente, y gracias a la construcción de infraestructuras públicas, terrenos antes ignorados ganan la atención de desarrolladores que aplican presión para desplazar a la población vulnerable, y así “urbanizar” (a su manera) estos suelos.
Es aquí cuando, en nuestro relato rosarino, el eje de calle Córdoba se cruza con el arroyo Ludueña. Debido a la puesta en funcionamiento de la Presa Retardadora del Ludueña “Ingeniero Gualberto Venesia” (un terraplén de 6,5 kilómetros de longitud que permite la descarga controlada del arroyo) una gran cantidad de tierras, antes inundables y olvidadas, se convierten en terreno disponible para el desarrollo inmobiliario. Este no fue un acto inmediato, fue un largo proceso del que solo los agentes más informados estaban al tanto. Ya desde 1987, el plan maestro “Regulación del Sistema Arroyo Ludueña” de la Municipalidad de Rosario se abría a la idea de retardar las aguas. Entre 1989 y 1992, se realizan las obras complementarias, entre ellas el Aliviador II. La discusión, aprobación y construcción de la presa tuvo lugar entre los años 1992 y 1995. De más está decir que mientras este proceso de planificación se lleva a delante, sus efectos no son palpables en el precio de la tierra, que sigue siendo inundable.
En ese sector de la cuenca del Ludueña, en años anteriores a la puesta en funcionamiento de la presa, el grupo desarrollador Aldea S.A. concentra sus operaciones. Adquiere grandes parcelas, y “erradica”, por compra y acumulación de pequeños lotes, los asentamientos informales de zonas aledañas. Adquiridos a bajo costo (a veces luego de inundaciones), estos terrenos, consolidados por el grupo desarrollador, serán expansión del territorio urbano de Fisherton, y núcleo de la corta historia de la construcción de barrios cerrados en nuestra ciudad.
A mediados de los años 90, y junto a una gran urbanización abierta (Portal de Aldea), la empresa desarrolla tres barrios cerrados en la zona: Aldea Country Tenis (21 ha, 103 lotes), Aldea Country Lago (22 ha, 110 lotes) y el más grande, Aldea Country Golf (40 ha, 260 lotes, cuyos fondos conectan a un green común). Este último barrio, reflejo del Carlos Pellegrini y el Jockey, está conectado internamente (“directa y exclusivamente”, según publicitan) con el Rosario Golf Club, institución histórica de Fisherton fundada en 1898, cuyo campo de golf de 18 hoyos, de estilo inglés, está atravesado por el arroyo Ludeña.
Golf y el Rosario Golf Club. Entre los tres desarrollos cerrados , el mismo desarrollador comercializa el loteo abierto Portal de Aldea, con Av. Jorge Newbery como límite.
En estos desarrollos, todas las parcelas tienen el mismo tamaño (25x50m), siguiendo la ordenanza municipal que regulaba, en aquel entonces, la construcción de barrios cerrados en Rosario. Desde esta base regulatoria, normas internas determinan la superficie máxima construida, el tipo de techo, cercos y disposición de la vivienda dentro de la parcela. La infraestructura construida por el desarrollador incluyó el pavimento, el suministro de agua, desagüe y alcantarillado, la electricidad, el gas natural, el alumbrado público y algunos equipamientos sociales: casa club, espacios deportivos comunitarios, vigilancia privada y mantenimiento general.
A inicios del nuevo siglo, al norte de estos desarrollos, cruzando Newbery, entre el borde del aeropuerto y los canales Salvat e Ibarlucea, en las últimas tierras rurales (e inundables aún) del ejido urbano de Rosario, se intentará llevar a cabo la continuidad lógica de este proceso de urbanización. Tal vez para sorpresa de los desarrolladores, en estos sectores habrá actores preexistentes conscientes de sus circunstancias, comunidades barriales organizadas que presentarán resistencia.
desarrollos de Aldea en proceso de consolidación y, cruzando Av. Jorge Newberry hacia el norte, el desarrollo abierto Hostal del Sol.
Se desarrolla a partir de ahí una disputa pública y política entre actores de muy disímil peso y tracción, que inesperadamente culmina con la prohibición de la construcción de barrios cerrados en la ciudad. Se corta así un breve proceso de menos de 30 años. Desde el año 2011, Rosario es la primera, y única, ciudad del país con una prohibición total y sin matices de las urbanizaciones cerradas.
La ordenanza “Ya Basta” fue impulsada por el Movimiento Social Giros, aprobada (casi por unanimidad) en el Concejo Municipal de Rosario en 2010 y promulgada en el 2011. Normativa identificada como ordenanza 8725/2010, prohibió la autorización de nuevos barrios cerrados en la ciudad. Los objetivos esgrimidos por sus defensores fueron jerarquizar el espacio público, promover un manejo más equitativo del suelo y evitar la segregación urbana.
Al filo de esta disputa, tanto temporal como geográficamente, en 31 ha, con 260 lotes, construido por la empresa Bauen y financiado por Pilay, lanzado en 2006 y entregado en 2008, el último barrio cerrado de Rosario llevará por nombre Palos Verdes.
Rosarinos, última calle de este sector norte de Fisherton, se ubica el último barrio cerrado construido en Rosario, Palos Verdes
Una próxima nota reflexionará sobre alguna de las consecuencias de la prohibición, pero en principio diremos que fortaleció el vector este-oeste, el que sigue la ruta 9 y la autopista Rosario-Córdoba, creando la continuidad urbana entre Fisherton, Funes y Roldán que observamos hoy. Buscando mejores precios de la tierra, los desarrolladores inmobiliarios aceleraron el crecimiento de esas localidades periféricas con barrios cerrados o loteos abiertos, algunos de gran densidad y terrenos mínimos. Serán barrios que, desconectados y alejados de cualquier infraestructura social, estarán por mucho tiempo despojados de identidad urbana.
La ciudad será ya problema de otros.
(Referencias: Para fechas y nombres fue muy útil hacerle preguntas específicas a la IA Deep Seek. Para información sobre los barrios cerrados de Rosario, un artículo de principios del 2000 de los profesores Oscar Bragos y Silvina Pontoni fue de gran ayuda. Para el panorama urbano fue relevante el artículo “La ciudad capitalista en el patrón neoliberal de acumulación en América Latina” de Emilio Pradilla. En otras oportunidades he escrito sobre el proceso de urbanización del área metropolitana de Rosario, los interesados en el tema pueden consultar “Historia del Presente”, publicado en el número 9 de la 041 -Revista de Arquitectura y Urbanismo de Colegio de Arquitectos de la Provincia de Santa Fe- en el 2014)