El armero santafesino cambió su versión sobre el exsoldado ucraniano oculto en el baúl
El juicio es por tráfico ilegal de personas, pero por los pliegues de esta historia reaparece la sombra del narcotráfico
El juicio es por tráfico ilegal de personas, pero por los pliegues de esta historia reaparece la sombra del narcotráfico
El principal protagonista es el exsoldado ucraniano Viktor Melnyk, que cruzó en plena pandemia ilegalmente desde Paraguay, y viajaba desde Corrientes a Rosario escondido en el baúl de Chevrolet Corsa que conducía Juan Manuel Clucellas, el dueño una de las armerías más importantes de Santa Fe. El titular del vehículo es Raúl Enrique Sopérez, que maneja un complejo de cabañas en Corrientes, donde Gendarmería secuestró más de 400 kilos de marihuana.
El martes se realizaron los alegatos del juicio, en el que los fiscales federales José Candioti y Juan Podhainy pidieron penas de cuatro años para Sopérez, y tres años y dos meses Clucellas.
En la segunda jornada del juicio, causa en la que los acusados están imputados de “tráfico ilícito de personas en la modalidad del facilitamiento para la permanencia ilegal en el país” de Viktor Melnyk, los funcionarios del Ministerio Público consideraron en los alegatos que había “un dominio del hecho ilícito de parte de Clusellas como de Sopérez”. El primero cometió el delito al transportar y llevar escondido en el auto al ucraniano que había ingresado ilegalmente al país, mientras que el segundo puso a disposición la logística para que se cometiera el hecho. Pero lo más sustancioso es lo que hay detrás de este caso, algo que nadie investigó en la justicia argentina.
Luego, del alegato de los fiscales, la defensa de Clucellas solicitó la absolución de los dos acusados. Después de esta instancia, el presidente del tribunal unipersonal, a cargo de Roberto López Arango, resolvió dictar el veredicto el próximo lunes 3 de junio, día en que también se conocerán los fundamentos del fallo.
En este caso se juzga la conducta de dos santafesinos que tramaron llevar escondido a un exsoldado ucraniano, que dos años después fue detenido con 947 kilos de cocaína en Paraguay.
La saga que tiene a Viktor Melnyk, preso en Asunción actualmente, como protagonista comenzó el 3 de setiembre de 2020, en plena pandemia, cuando este exsoldado ucraniano viajaba desde Corrientes hasta Rosario escondido en el baúl del auto, que manejaba Clucellas. Fue detenido en un control policial en paso Telégrafo, en el límite entre Corrientes y Entre Ríos. Ese periplo dispara muchas sospechas de un caso que tiene muy pocas certezas, salvo que el exsoldado de elite ucraniano fue detenido dos años después en Paraguay con un cargamento de cocaína y conectado a una organización con aceitados contactos políticos en ese país. La sospecha es que Melnyk era quien organizaba el contrabando de cocaína que después salía por la hidrovía Paraná-Paraguay hacia Europa.
El juicio comenzó el lunes pasado y tiene sentados en el banquillo a Clucellas, quien llevaba escondido en el auto a Melnyk, y al empresario Raúl Sopérez, dueño del Chevrolet Corsa y de un complejo de cabañas Don Quico, en Corrientes, donde en octubre de 2020 se secuestró, por orden del juzgado federal Nº2 de San Martín, provincia de Buenos Aires, 400 kilos de marihuana y varias armas, entre ellas un subfusil calibre .22 réplica de un AK-74.
La defensa de Clucelllas ofreció el viernes pasado que su cliente podría pagar la pena con una probation, con algún tipo de trabajo comunitario. El objetivo era lograr que se suspendiera el juicio, pero eso no ocurrió porque el juez rechazó la oferta, tras la oposición de los fiscales.
“Luego de producidas diversas pruebas, se determinó que Clucellas y Sopérez, facilitaron el ingreso ilegal al país de Viktor Melnyk y su posterior traslado clandestino, a cambio de una contraprestación económica”, señalaron. Luego expusieron los diálogos que mantuvo el dueño de la armería que obtuvieron del peritaje telefónico de Clucellas, quien días antes señaló: “Tengo que traer a uno”, y que estaba “esperando que cruce alguien”. Se sospecha que al que esperaban era Melnyk que cruzó ilegalmente desde Paraguay. También advirtió a su interlocutor, según el escrito de los fiscales, que “le pagaban mucho” por la tarea de trasladar al ucraniano hasta Rosario.
Clucellas declaró el lunes y dijo algo inesperado al cambiar su versión original. En un principio el vendedor de armas adujo que llevaba a un soldado en el baúl del auto porque lo había encontrado en la ruta haciendo dedo y decidió levantarlo.
En esa historia, bastante desopilante, incluyó que le pidió al exsoldado ucraniano que se metiera en el baúl para que no lo vieran los policías que hacían controles en Paso Telégrafo. Cuando los agentes lo pararon, Clucellas les dijo que llevaba un ciervo, pero cuando abrieron el baúl se encontraron con el gigante ucraniano hecho un bollito.
En su nueva declaración, el dueño de la armería dijo que en realidad se había encontrado con Viktor Melnyk en Corrientes, en el complejo de Cabañas Don Quico, propiedad de Sóperez. Detalló que el ucraniano durmió en ese alojamiento. Es decir, se desdijo de su primera versión de que lo había levantado haciendo dedo en la ruta. Pero el dueño de Don Quico, condenado a ocho años por narcotráfico, negó esa versión, porque él vive allí. Entonces, Clucellas dijo que probablemente Sóperez nunca vio al ucraniano.
Lo que está claro en esta trama es que todos mienten. Porque el propio Viktor Melnyk, cuando llegó a Rosario, tras estar demorado unos días en Entre Ríos, dio una versión disparatada que muchos creyeron. Era una historia de amor, que escondía la verdadera razón de su visita, que se sospecha tenía que ver con el narcotráfico.
Melnyk tenía pasaporte -fue encontrado días después en la guantera del auto- pero ni ninguna placa oficial. Solo cargaba un permiso de residencia otorgado en Málaga, España, que había vencido el 31 de julio pasado. Un carnet de conducir de España que venció el 17 de enero de 2022 y una extraña identificación como "teniente" de los "Reales Tercios de España, fechada el 15 de marzo de 2019.
Ante los medios rosarinos el ucraniano admitió haber entrado a la Argentina de manera ilegal desde Paraguay. Y aseguró, a su vez, que tenía domicilio en la avenida Francia, en Rosario, donde vivía su pareja, una joven rosarina. El argumento que dio a la Justicia es que había cruzado de manera ilegal para poder estar presente en el nacimiento de su hija. Un medio local tituló en ese momento: “La increíble historia de amor del ucraniano que encontraron en el baúl de un empresario santafesino”.
“El primer culpable soy yo, solo quería ahorrar 30 minutos para llegar, porque eran muchos para mi”, explicó el exsoldado ucraniano, que dijo que era representante de la empresa española Mora Water System, que se dedica a la potabilización del agua y que quiere instalarse en la región. Todo era trucho.
Su historia quedó catalogada como algo inverosímil y extraño, pero pasó a ser una noticia más, hasta que en enero de 2022 la Secretaría de Narcotráfico de Paraguay lo detuvo en una estancia con 947 kilos de cocaína. La mansión era de su socio Fernando Enrique Balbuena, hijo del exdiputado guaraní Elvis Balbuena. Según la imputación del Ministerio Público de Paraguay, a la que accedió LA NACION, a Melnyk le decían “Ruso” y “Purín”, sobrenombre que después de que estallara la guerra en Ucrania no le debe haber caído bien, aunque su pareja admitió en diálogo con este diario que había sido “custodio de magnates de Moscú”.
“Este exsoldado ucraniano es un engranaje vital dentro de la organización porque –según las tareas de inteligencia criminal- es quien actuaría de nexo con los compradores de la droga en Europa”, afirmaron los investigadores en Paraguay.
En la investigación en Asunción se detectó también que estaba involucrado el ex director de la Penitenciaría Nacional de Tacumbú, la más importante del país, Julio Acevedo, antiguo dirigente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), que había sido condenado en el 2014 a dos años de prisión por pornografía infantil, en el que dos adolescentes fueron coaccionadas sexualmente y filmadas por presos en el interior de la cárcel durante su administración.