Pablo Boffelli: “Las ciudades son mi material de estudio”
El artista, dibujante y músico comparte con Iceberg su mirada sobre Rosario: “Es la ciudad que aprendí a entender. Es mi biblia”, asegura.
El artista, dibujante y músico comparte con Iceberg su mirada sobre Rosario: “Es la ciudad que aprendí a entender. Es mi biblia”, asegura.
Si tuviese la oportunidad de cambiar mi vida, la que tengo ahora, la primera opción involucraría ganar el Quini, vivir en una casa rodante plateada, no trabajar más, solamente tener contacto con la sociedad cuando me den ganas, huir del calor y otras cosas más que no vienen al caso. La segunda elección sería mudarme a esta doble página de Siesta, la novela gráfica que Pablo Boffelli publicó a través de la editorial Aguinaldo en 2021. Más precisamente, al primer piso del edificio de la esquina.
“La ciudad es mi material de estudio”, me dice Boffelli. ¿Es urbanista? ¿Es arquitecto? ¿Es antropólogo o sociólogo? No tiene un título universitario que certifique ninguna de esas disciplinas, a pesar de haber estudiado arquitectura. Pero ejerce, a su manera, todas. No lo denuncien, por favor. Lo que hace este hombre de 41 años -también conocido como Feli por sus amistades y por Feli Punch en las redes sociales- no es un delito: dibuja ciudades desde que era chico. Y eso se transformó en uno de sus trabajos más estables, junto a otras expresiones artísticas como la pintura y la música, así como una serie de tareas de ambientación, muralismo y montaje en locales comerciales y espacios privados y públicos diseminados por toda la ciudad, que él agrupa bajo el genérico “changas”. “Eso lo aprendí de esta ciudad, la idea del changarín que iba al puerto a buscar laburo, a ver si hay algo para hacer. Tuve que aprender a ser muralista por laburo. En un principio era una especie de aventura, ir a lugares a donde no iba nunca. Ahora tengo un espectro de trabajo muy amplio con estudios de arquitectura, agencias de publicidad, instituciones, museos, el estado, clientes privados, fábricas o negocios gastronómicos. Fue difícil aprender esto porque no es que hago lo que quiero. Tengo que sentarme y negociar conmigo mismo y con el cliente antes de decidir qué hacer”.
Hablando de espectros, el que sintoniza Feli en esas changas, en sus publicaciones impresas o dibujando para otros autores, en sus óleos y en lo que decide postear en su instagram, es raro. Es esa intersección muy pequeña entre el conjunto de lo popular y el de lo experimental, algo muy difícil de lograr a propósito. En general está destinado a aquellas y aquellos a los que estas cosas les salen de manera natural. Son así.
Por eso le pregunto a Feli si sueña con ciudades. “Creo que sí”, me contesta. “Sueño con ciudades, pero es como una especie de collage de ciudades y calles. La ciudad es mi material de estudio, entonces no la sueño literalmente dormido. Es como que sueño despierto. Me gusta el ejercicio de viajar, por más que sea acá cerca, y entrar y descifrar la ciudad. Quizás por la arquitectura y el dibujo a veces mi mirada es un poco superficial, apunta a la forma”.
-¿Le prestás más atención a la forma, entonces?
-Y, un poco sí, porque al haber estudiado arquitectura aprendí que la forma tiene un significado, que no es casualidad, sino que es el resultado de una construcción intelectual y cultural idiosincrática. Entonces cuando yo conozco una ciudad nueva me doy cuenta enseguida de la forma de las ventanas, las calles, las veredas, la vegetación. Después, cuando tengo que dibujar una ciudad, se mezclan todas esas cosas. Pero hay elementos en común que hacen que algo sea o no una ciudad.
Acá es la parte en que me doy cuenta de una cosa, como que tengo una revelación: los que pensamos en palabras siempre necesitamos un otro para hacernos entender. Un lector, alguien que nos escuche. Los que piensan en imágenes o en música no necesitan a nadie: producen algo que no hay que explicar, solo sentir. Me da curiosidad como funciona ese mecanismo y entonces le pregunto a Feli lo siguiente:
-Leí en una entrevista que, en un momento, te diste cuenta que los dibujos que hacías tenían que ver más con el espacio que con los personajes y eso era un poco tu marca
-¿La naturaleza es con el hombre o sin el hombre? ¿Un personaje sin el espacio es un personaje? Aprendí que no se puede concebir un proyecto sin tener en cuenta el contexto y el entorno. Y el contexto no sólo como una cuestión formal, sino social, económica, cultural e histórica. No es lo mismo este terreno donde estamos hace 40 años que ahora. Entonces,¿dónde empieza el personaje y dónde el espacio? Siento que el personaje está modelado por la fricción y la presión de un entorno, entonces no puedo separarlo.
-Lo que sí veo en muchos de tus trabajos es que hay una cuadrícula, una manzana identificada en esas ciudades
- La cuadrícula es algo que heredamos de los colonizadores, medio que esa trama urbana es una marca de sangre. Después empezás a viajar un poco a otros lugares y ves que esa cuadrícula se empieza a deformar si hay montañas, si hay un río o si está el mar. Y conocer ciudades fundadas de otra forma y decir: está bien ver esto de la cuadrícula y remarcarlo, porque es una herencia que determina la vida de una ciudad que no fue pensada desde lo social, sino casi desde lo militar. París era una ciudad medieval completamente atestada de micro calles y Napoleón III impulsó ese plan de grandes avenidas majestuosas que, en realidad, era la excusa para que el ejército pueda entrar y recorrer toda la ciudad sin problemas. Es una estructura militar para poder controlar una ciudad.
Mi primer contacto con los dibujos de Feli fue más o menos por el 2006, cuando me encontré en la web con un dibujo suyo de un edificio patrimonial penetrado por un pene gigantesco. Se lo pedí para ilustrar una nota, sin conocerlo personalmente. Después le vi la cara cuando llenó de psicodelia espacial el booklet interior de Canal de amor y confusión, el segundo disco de Aguas Tónicas, y cuando dibujó casi entero el número 40 de Atypica en el 2011. Desde esos tiempos pre redes sociales Boffelli publicó Punch (Galería Editorial, 2015), Fiebre (EMR, 2016), Rombo (Larva, Colombia, 2016), Mambo (Waicomics, 2018), Penales (Galería Editorial/Nimia, 2021), Freelance (Editorial Club, 2021) y Siesta (Aguinaldo, 2021). Integró además las antologías Gang Bang Bong #2 (Canadá-México, 2011), Informe. Historieta argentina del siglo XXI (EMR, 2015) Strapazin #138 (Suiza, 2020) y Kuti #55 (Finlandia, 2020). Expuso sus trabajos en muestras individuales y colectivas en varios países y fue el ilustrador de libros y artículos escritos por otros. A los fines de este newsletter, yo voy a recomendar una trilogía rosarina para iniciarse en su obra:
1-La Rosario del pasado aparece en Explorar la ciudad. Rosario 1853-1940, libro editado en 2023 por el Museo de la Ciudad.
2- La del presente, en versión onírica y muda, se puede ver en la novela gráfica Siesta.
3-La del futuro, de manera un poco forzada por mí, surge en el muy reciente Ciudad Alfabeto, escrito por Nicolás Schuff y editado por Musarañita, la editorial infantil de Musaraña Libros.
Le comparto a Boffelli esta selección para ver que opina y me contesta lo siguiente:
-No lo había pensado tan así porque Ciudad Alfabeto acaba de salir y medio que no tuve tiempo. Desde chico dibujo ciudades futuristas. Viste que dicen que en Ciudades Invisibles, Italo Calvino supuestamente habla siempre de Venecia. En el fondo siempre termino comparando a todas con Rosario porque es la que aprendí a entender, es mi biblia. Es la ciudad a la que sigo volviendo. Veo cómo se transforma todos los días.
-¿Y qué te pasa con esos cambios que ves?
-Por más que uno no esté de acuerdo con algunos cambios, es inevitable que una ciudad cambie. Los pueblos que no cambian se mueren, desaparecen porque la gente no quiere estar ahí porque hace 100 años que son iguales y no pasó nada. Los cambios para mí son fundamentales, siento que es parte no de la evolución, sino de la riqueza de una ciudad. Mientras más extravagante y más complejo sea, lo que surja va a ser más increíble.
-Para hacer las ilustraciones del libro Explorar la ciudad. Rosario 1852-1940 tuviste que estudiar el pasado de la ciudad y adoptar un estilo de dibujo diferente a lo que venías haciendo.
-Tuve que construir a partir de fotos y estudiar. Porque además trabajé con las historiadoras Agustina Prieto y Alicia Megías. Las dos tienen incorporada una biblioteca mental: los arcos en la década de 1910 eran de determinada manera, ponele, y me corregían esos detalles.
-¿Dibujar esa ciudad te generó algún tipo de nostalgia?
-Cuando veo las fotos del centro homogéneo, de esas casitas homogéneas con la misma altura, es fascinante. Era una ciudad linda, pero era una casualidad, algo que no se pensó sino que era la forma en que se construía en ese momento. Pero capaz que era un pueblo de 10 por 10 cuadras así, y el resto era todo campo con algunas casas sueltas. Lo que pasa es que disfrutamos eso porque uno es nostálgico y romántico. Es como viajar en el tiempo y acá viajar en el tiempo es dificilísimo.
-¿Y por qué crees que pasa eso con Rosario y no con otras ciudades?
-Rosario es muy joven. En otras ciudades de Latinoamérica pasa eso también y donde ese pasado está más presente se trata de una construcción de mucho tiempo. La nuestra quizás no la vemos, no sabemos bien cuál es. Quizás todos estos gallineros de 11 pisos que hacen en algún momento se vayan a demoler y se puedan transformar en otra cosa. Lo que está pasando con todo ese tipo de construcción es que se está matando la ciudad porque también se está matando un estilo de vida. Se está pensando en un individuo en una celda, no en una construcción que permita más ciudad. Yo creo que en el centro de a poco está cambiando eso. Están empezando a haber algunos proyectos distintos. Pero acá hay booms. Hace 10 años o 15 había un frenesí y en los ‘70 hubo otro frenesí y vos ves los rastros de esos momentos históricos. Hay ciudades que tienen terremotos o tsunamis, nosotros tenemos booms inmobiliarios. Hay ciudades que se demolieron y se volvieron a hacer. Berlín es la capital del capitalismo europeo y lo único que quedó en pie después de la Segunda Guerra Mundial son bunkers de hormigón, la arquitectura es espantosa. Acá hubo un bombardeo de ignorancia, de no preservar, de no pensar en el futuro. Y eso también es una catástrofe.
-¿Si te tocara el diseño de una Rosario futura, qué cosas plantearías?
-Creo que uno forma todo el tiempo parte de esa transformación. Organizar un evento en un bar de zona sur en vez de en el centro es un gesto en ese sentido. La calle es lo que hay que ganar, recuperar. Poder salir de noche. Esta ciudad nunca dejó de ser peligrosa, nunca ni cuando era chico ni ahora. La sensación es que ahora es más peligrosa, hay más violencia, pero la noche siempre fue peligrosa. También me encantaría que los barrios tengan identidad. Yo siento que es un déficit que esté todo concentrado en el centro. Obviamente, para generar eso tiene que haber un transporte público mejor. Sería muy fácil ir de una punta a otra y siento que como ciudad estamos perdiendo esa oportunidad.
-¿Te irías a vivir a otra ciudad?
-Sí, pero no para siempre. Las veces que me fui mucho tiempo es como que me encanta ver la ciudad otra vez cuando vuelvo. Haber estado en ciudades donde no hay estaciones y de repente llegás acá y ves esa diferencia. En las charlas que dí en Colombia lo primero que hacía era mostrar la misma calle de Rosario en otoño y en verano, y la gente no entendía lo que les estaba mostrando. Pero sí me iría porque me gusta conocer ciudades por el placer de la investigación, la aventura y de poder volver y saber que esta ciudad me espera.
-Hace un tiempo empezaste a exponer tus pinturas…
-En eso la ciudad me re influyó: empecé a trabajar en el Museo Castagnino en montaje y conservación y tuve acceso a la obra local de pintura que es de patrimonio mundial. Una colección que todo el mundo debería ver. Yo siempre pintaba porque quería aprender a trabajar con óleo, pero cuando conocí a esos artistas sentí que quería formar parte de esa tradición. Te parecerá una boludez pero cada que vez que pinto siento como que dialogo con (Alberto) Pedrotti, con (Augusto) Schiavoni o con (Manuel) Musto. Forman parte de un momento maravilloso del arte nacional que está poco explotado. Es el momento de esa ciudad estilizada, pareja y con ritmo.
Es probable que Boffelli saque un disco solista antes de fin de año. Anticipa que muchas de las canciones hablan sobre Rosario y además filosofa un poco: “La música es como pertenecer a la tradición de la noche. La música en vivo es nuestra mayor expresión como rosarinos. Además está la cuestión de un disco justo cuando no tiene sentido sacar un disco, cuando nadie lo necesita. Como exponer pinturas al óleo. Yo me mantengo para hacer esas cosas que no tienen sentido, que nadie necesita pero yo sí”. Hablando de necesidades, no sé si es necesario contar en este final de newsletter que Feli, junto a su hermano Andrés Yeah (también artista y diseñador), Josi Maidagan, Martin Greco y Ale Goma, formó parte hasta agosto de 2019 de Mi Nave, una banda musical que entre muchos méritos tiene para mí uno que destaca: haber decidido terminar de la mejor forma posible su trayectoria en dos noches seguidas en un lugar chico, atestado de gente, tocando sus cuatro discos completos. Pero la verdad es que no se me ocurre mejor manera de terminar esto que compartiendo esta versión de Trinchera, una de las mejores canciones compuestas en la historia de esta ciudad.